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Montborg. Bitácora, weblog o blog de Herminio Lafoz Rabaza

VIENTOS DEL PUEBLO

VIENTOS DEL PUEBLO

Sin saber por qué, ayer volví a leer el poema de Miguel Hernández, Vientos del pueblo. Y mi mente se fue a finales de los años 70 cuando siendo joven profesor del Instituto de Barbastro, cantaba esta canción (en la impresionante versión de La Bullonera, pues había otra de Los Lobos), acompañado de mis alumnos y amigos, Jesús y Cristóbal. Entonces no eran los vientos sino los huracanes del pueblo que nos recorrían el espinazo geográfico de Aragón. Nosotros contribuímos en lo que pudimos pateando los escenarios de tercera regional amplificando lo que los cantatutores oficiales lanzaban sobre un público ávido de acabar de una vez con la incuria del franquismo. No puedo evitar una sensación de ternura, pero también de nostalgia. Miguel nos llamaba a todos, convocaba a los resistentes de todas las geografías para dinamitar la mugre (Sí, esa mugre que, al parecer, limpiaron el rey y los otros, Suarez y Carrillo, ellos solitos). En recuerdo de aquellos días, la letra. En la foto, Miguel, como si la estuviera recitando.

Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?

Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba
mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.

Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy
alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas
.

 

 

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