Cuento antiguo
Y morirá todo,
pero quedará el dolor...
Apenas había nacido y ya era pobre. No tenía más que pañales de segunda mano que aquella madre de respiración fatigosa había puesto en su cuerpecito. Sin saber por qué, reía, y sus pequeñas manos se retorcían en el aire.
El sufrimiento le hizo crecer. Los pañales de segunda mano se trocaron en unos pantalones, también de segunda mano, remendados. Ya no había madre de respiración fatigosa, pero había atardeceres, y había higueras, y había nidos. Todavía reía, pero sus manos habían desistido de levantarse.
El aire un día empezó a golpearle el rostro. Sus pies se llenaron de ampollas y seguía sin engordar. Habían pasado los atardeceres, las higueras y los nidos, pero la sonrisa se le había quedado para siempre en los labios. Añoraba aquella respiración fatigosa y, sobre todo, añoraba aquel pecho donde tantas veces había saciado su sed.
... y allá en la eternidad
seguiremos doliéndonos...
Una tarde, alzó de nuevo los brazos... Había transmitido su miseria y miraba con ternura aquel pedazo de carne pobre que le sonreía lanzándo al aire sus manos, al lado de su madre de respiración fatigosa...
... porque no habremos hecho
sino cambiar de postura.
(Lo escribí el 11 de julio de 1969; acababa de cumplir el día anterior 17 años y no hacía más que sonreir siempre, estúpidamente, con alma de segunda mano llena de remiendos)
4 comentarios
victor -
Muy bonitas tus palabras ,tiene talento tu escrito ,sigue adelante .
No es verguenza ser pobre para el pobre ,sino para aquellos que no lo son ,pues le recuerdan que no siempre aquel que mas tiene es el que mas es.
andreaa -
Anónimo -
.... -
xd
jajaja
q tono yo
no sierto