Y hoy, sin más ni más, me ha entrado una incontenible nostalgia; la monotonía del lunes me ha herido en el segundo espacio intercostal derecho y sangro vacío y soledad a borbotones. Nada hay a mano para contener la hemorragia. Intento apretar la herida con una cataplasma de versos de Salinas y de Aresti, de Blas de Otero y de Celaya. Espero, espero no un milagro (no sea que se lo atribuyan a Juan Pablo II) sino una presencia. Sudo. Y me quedo quieto. Tal vez cuando llegue la noche el peligro haya pasado y me restituya de nuevo a la normalidad. Quizá mañana. Tal vez mañana. Mañana.
2 comentarios
Anónimo -
Anónimo -
¡Viva Paco Ponzán !